¿Sabes qué cuento me creí al pie de la letra? Esa frase que dice: “Mejor sola que mal acompañada”. Es que todos mis intentos de tener pareja nunca se concretaban. Me di por vencida. Capitulé ante la vida. Qué gran error cometí.
Mientras estás en tus treinta o cuarenta, la vida, dices, es para vivirla, ¿para qué dar explicaciones a alguien? Puedo salir con quien quiero, a la hora que quiera y volver… cuando desee.
Pero esa actitud, tarde o temprano, te pasa factura. Empiezas a ver que tus amigas se van casando y tienen niños. Las prioridades cambian. Sin querer queriendo, te excluyen de su círculo porque eres soltera. Solo invitan a sus reuniones a parejas solas primero y después, a quienes ya tienen niños.
¿Sigo? Bueno, a estas alturas de la vida, entra a escena un personaje antipático que se meterá contigo sí o sí: doña Menopausia. Pero no hace su aparición de manera rápida, no! Si no te cuidaste en tu alimentación, si fumar y beber acompañaron tus “noches de copas, tus noches locas” te sentirás descompensada hormonalmente y vendrán días de depresión.
No es broma: la soledad te agarra fuerte, no te suelta. Te da la falsa seguridad que todo está bien sin compañía. ¿Todo? Quien está solo tiende a enfermarse de hipertensión, diabetes, hipotiroidismo, etc. La zona de confort a la que te lleva la soledad es altamente peligrosa.
Felicito a los valientes que se atrevieron a salir de su zona segura, que se atrevieron a amar. Porque “una pena entre dos es menos atroz”, como decía una querida actriz peruana. La vida es más bonita si tienes con quién compartirla. Ánimo. Estamos a tiempo.
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Tu amiga Carmen Castellano